viernes, 10 de octubre de 2008

El gran mantel

Cuando llamaron a comerse abalanzaron los tiranosy sus cocotas pasajeras,y era hermoso verlas pasarcomo avispas de busto gruesoseguidas por aquellos pálidosy desdichados tigres públicos.


Su oscura ración de pancomió el campesino en el campo,estaba solo y era tarde,estaba rodeado de trigo,pero no tenía más pan,se lo comió con dientes duros,mirándolo con ojos duros.


En la hora azul del almuerzo,la hora infinita del asado,el poeta deja su lira,toma el cuchillo, el tenedory pone su vaso en la mesa,y los pescadores acudenal breve mar de la sopera. Las papas ardiendo protestanentre las lenguas del aceite. Es de oro el cordero en las brasasy se desviste la cebolla. Es triste comer de frac,es comer en un ataúd,pero comer en los conventoses comer ya bajo la tierra. Comer solos es muy amargopero no comer es profundo,es hueco, es verde, tiene espinascomo una cadena de anzuelosque cae desde el corazóny que te clava por adentro.


Tener hambre es como tenazas,es como muerden los cangrejos,quema, quema y no tiene fuego:el hambre es un incendio frío. Sentémonos pronto a comercon todos los que no han comido,pongamos los largos maneles,la sal en los lagos del mundo,panaderías planetarias,mesas con fresas en la nieve,y un plato como la lunaen donde todos almorcemos.


Por ahora no pido másque la justicia del almuerzo.

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